"La libertad no tiene más significado,
en este mundo, que saber lo que el “Gran Hermano”, o el “Gran Benefactor” , es
decir, el Mercado Totalitario, quiere de los hombres, saber y poder presentirlo
y obedecer sus presiones o quedar a medio camino, perder la existencia social y
morir prematuramente. Para que
estas sanciones se apliquen a los perdedores no es más necesario un gran
sistema burocrático. Eso fluye por sí solo desde el poder anónimo siniestro de
la máquina social del capital . Ese es el poder de las leyes económicas ciegas,
que violentan los recursos naturales y humanos, emancipado de toda voluntad
social, inclusive el de la propia subjetividad del management.
En cierto modo el mundo entero se convirtió
en una única y gigantesca “granja orwelliana” en la cuál es indiferente quién
manda, si el terrateniente Jones o si el cerdo supremo Napoleón, visto que los
comandantes subjetivos son de todas maneras los órganos ejecutivos de un
mecanismo autonomizado, que no descansará hasta hacer del mundo, por medio del
trabajo, un desierto sin vida.
En esa “Granja-Mundo” orwelliana de leyes
económicas autonomizadas, toda cuestión crítica acerca del sentido y de la
finalidad de la organización demente entera es sofocada de inmediato, porque las
“ovejas democráticas” no paran de balar:
“Trabajo es bueno; falta de trabajo es malo”; “competencia es buena, reivindicaciones sociales son malas”, etc".